El Periodico “Independent”: ¿cuándo un bosque no es un bosque?

Todos conocemos el valor indiscutible de plantar árboles. Nos cuenta Jean Gicono en su libro espiritual “El hombre que plantaba árboles”, cómo plantaba una a una las bellotas de los robles en las colinas de Provenza. Poco a poco el pastor fue creando un bosque, una maravillosa alegoría de la esperanza.

Chile, el país por el que estamos transitando ahora en nuestra carrera del 5000mileproject.org está cubierto de bosques. Desde bosques míticos como salidos de un libro de Tolkien, en el sur, a la simpática exhibición que hacen los bosques de araucarias. De hecho, de las 75 millones de hectáreas que forman este largo y finito país, un 21% está cubierto de bosques. En comparación, en los E.E.U.U. sólo un 33% del territorio está cubierto de bosques, y en el reino Unido, un mísero 12%.

Entonces, ¿felicitamos a Chile y a los Estados Unidos por su salud en el tema de bosques y castigamos al Reino Unido? La respuesta, por supuesto, es más complicada que lo que muestran las estadísticas. Porque mientras nuestros pies esquivan los baches de la carretera austral –a lo largo de la cual corremos y por donde se extienden los bosques que estamos evaluando–, descubrimos que al igual que pasa en los Estados Unidos y en el Reino Unido, los bosques que vemos no son tan bosques como deberían serlo.

Primero están los sutiles violetas del Ñirre y la Lenga, los tenues verdes del Coigüe subiendo alto por las laderas de los Andes. Bajo sus copas pasta el huemul (el siervo patagónico, una especie en peligro de extinción), mientras constantemente se escuchan los martilleos de los carpinteros magallánicos. Luego aparecen las líneas rectas de los bosques de pino monterrey y de pino contorcido marchando en filas homogéneas. Sus copas crean un manto negro opresor sobre el suelo del bosque y nos sorprende, en contraste con el bullicio de los otros bosques, un escalofriante silencio.

Estas plantaciones, como sucede en muchos países, incluyendo el Reino Unido y los Estados Unidos, ocupan el lugar donde antes hubo un bosque nativo, por la calidad del suelo. Con la ayuda de subsidios considerables por parte del gobierno chileno, el sector forestal ha crecido enormemente. En el año 2005, los productos de la silvicultura componían el 13% de las exportaciones del país, y hacia 2009 Chile se consolidó como el país líder en exportaciones de madera para la construcción y la pulpa de papel. Nada mal para un país de 17 millones de habitantes.

¿Pero cuál es el futuro de estas plantaciones? Además de presentar un paisaje geométrico, estas especies de coníferas introducidas, cubren el suelo de agujas que aumentan la acidez del suelo. A los invertebrados les resulta muy difícil sobrevivir en estas condiciones, lo que tiene como consecuencia una pobre producción de humus, y el consecuente empobrecimiento de la fertilidad del suelo. La falta de hojas caídas en el suelo también tiene una influencia negativa sobre los ecosistemas de los arroyos, que dependen de estos nutrientes para fluir y para la alimentación de las especies que sostienen.

Y luego está el problema del agua, tanto su falta como su abundancia. Cada noche, mientras nos es posible, buscamos en los bosques un lugar para acampar. Los bosques nos proveen de un refugio contra el clima de la Patagonia, y nos permite confundirnos en el paisaje, lejos del mundo. Cuando encontramos refugio en bosques nativos, encontramos arroyitos que corren entre una espesa húmeda alfombra de hojas caídas, mientras millones de gotitas de agua se acumulan en los huecos de los árboles y en las capas de diversas plantas que se encuentran debajo. Las plantaciones comerciales de pino son secas. Los pozos y los arroyos de la vecindad también se han secado.

Como las agujas de los pinos no tienen la capacidad de absorción de las hojas y plantas que abundan en los bosques nativos, los 2 a 4 metros de lluvias torrenciales de las zonas de bosques templados de Chile, no penetran en el suelo. Esto lleva a una excesiva erosión y a más inundaciones.

Sumado a este cóctel de impactos, está el riesgo de incendios que presentan estas plantaciones de pino, debido a su condición resinosa, a la forma compacta en la que han sido plantados, y al elevado uso de agroquímicos para defender a los monocultivos de las “pestes” que los azotan, los cuales terminan, además, infiltrándose en los ríos y contaminando el suelo

Si quiere puede agregarle a la mezcla, un buen puñado de erosión. Esto ocurre predominantemente durante dos etapas: la de “vivero” y la de la tala, con la subsiguiente quema de residuos. Los suelos quedan expuestos al agua y al viento, y como consecuencia ocurre la erosión antedicha: en Chile se pierden, por año, de 500 a 2.000 toneladas de tierra por cada hectárea (Otero 1990).

Pero por sobre todas las cosas, está la vida. Una ausencia absoluta de vida en las nuevas plantaciones. La organización chilena de conservación de flora y fauna, el CODEFF, identifica a estas plantaciones como una amenaza a la supervivencia de varias especies, inclusive la del zorro patagónico, una especie en situación crítica de extinción, el ciervo pudu y la zarigüeya de los bosques, muy cerca de estar también en riesgos de extinción.

Entonces, para resumir, la biodiversidad se estrella contra las plantaciones de coníferas con destino comercial, no sólo en Chile sino en todas partes del mundo, y en la colisión se comprometen la riqueza y la abundancia de recursos claves y críticos para la supervivencia humana, el suelo y el agua. ¿Y todo para qué? ¿Por un puñado de trabajos temporarios? ¿Para obtener una montaña de contrachapeado y papel de fax desparramados en el suelo de alguna fábrica del Reino Unido, Japón o los Estados Unidos?

No todos los bosques son “buenos” bosques. Hay plantaciones que son tan útiles como una pelota de hormigón. Hay plantaciones nuevas que conviven en bosques nativos, estos preservan sus altos árboles centenarios y acomodan áreas para las plantaciones nuevas. Luego están los bosques centenarios en los que se escuchan los ecos de los pasos de los antiguos, de sus cazas y sus amores. Esos estallan de cantos de pájaros y acogen a unas criaturas tan extraordinarias como lo es el zorro patagónico, que incuba a sus cachorros en su boca.

En el Reino Unido solo el 2% de estos hábitats preciosos subsiste en la actualidad. En Chile, largas franjas se cuelgan todavía de las laderas de la cordillera de los Andes y se estiran en los valles, aun intactos. Es aquí donde esa palabra mal usada reina en toda su gloria, estos son los verdaderos “bosques”… por ahora.

Lunes, 15 de octubre de 2012 a las 2:00 de la mañana

Etiquetado en: 5000mileproject, bosques centenarios, Chile, plantaciones comerciales de coníferas, especies en vías de extinción, silvicultura, carrera, bosques

 Gracias Maria Pelletta por la traducción!

 

 

 

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