Me despierto en nuestra mullida bolsa de dormir de plumas y siento todos los dolores de un cuerpo que ha corrido una maratón el día anterior. Y la cabeza ya también me duele pensando que, con mi compañera de aventuras, correremos otra hoy, y otra mañana también. Estamos corriendo todo el largo de Sudamérica en un año, y tirando de nuestro carrito al mismo tiempo, con el objetivo de ayudar a crear conciencia sobre los lugares salvajes amenazados, su flora y su fauna.
Nuestros cuerpos necesitan más descanso, pero lo merezcamos o no, hay que salir y desarmar la carpa. Recuerdo claramente las palabras de Petra Hilleberg, la fabricante de nuestra carpa: “cuidado con el sol en el extremo sur de Sudamérica, los rayos UVA allí son muy fuertes, y les pueden destruir la carpa.” Hasta que lleguemos a los 350 de latitud, 500Km al norte de donde nos encontramos ahora, no saldremos del área del agujero de Ozono.
Esta mañana, como estamos en una zona alta, la tela de la carpa está cubierta de un hermoso festón de escarcha, que refracta los rayos del sol que se asoma por sobre los cerros. Con dedos congelados desenganchamos la tela de los postes mientras nos lamentamos por la existencia de este agujero que deja pasar, sin filtro y sin restricciones, a los rayos ultravioletas, que nos atacan con toda su potencia. Lamentamos la maldición del hombre, que nos permitió destruir nuestra única capa de protección por el simple hecho de querer disfrutar de una copa helada de vino recién salida de la heladera. ¿Por qué no nos contentamos con abrir una ventana en vez de inventar el aire acondicionado? Por eso ahora, en vez de quedarme tirado en la carpa un rato más, me tengo que levantar y guardarla antes de que le pegue el sol.
En seguida estamos despabilados, hemos desayunado, nos hemos lavado, y nos hemos aplicado gruesas capas de bloqueador solar factor 50. Una perspectiva diferente surge con el sol matinal. Estamos en el 2012 – recuerdo vagamente las noticias de 1987 (yo apenas tenía 9 años) – ¡debe ser el 25to aniversario del protocolo de Montreal! Los científicos habían descubierto unos años antes, que un gas generado por la actividad humana (predominantemente CFC) estaba destruyendo la capa de Ozono en la estratósfera, y la cosa se estaba poniendo realmente seria. Si no se hacía nada, moriríamos fritos, los hielos eternos se derretirían, los océanos morirían y terminaríamos deformados como consecuencia de una horrible cantidad de formas de cáncer.
Entonces algo curioso sucedió, algo que nos dio a todos un motivo de celebración… el mundo entero reconoció el problema (¡gigante primer paso!) y luego fueron más lejos aun, y unánimemente todos aceptaron trabajar juntos: los ricos y los pobres, el este y el oeste, grandes y pequeños, para solucionarlo. Los países regularon, los fabricantes adoptaron nuevas tecnologías, los consumidores también hicieron lo suyo (más que nada, al principio, poniendo las heladeras viejas en los jardines) Los municipios manejaron el impacto (se llevaron las heladeras de los jardines y las apilaron en galpones) Se necesitó una amplia gama de gente interesada en ayudar, pero lo lograron, lo estamos logrando.
De acuerdo a la NOAA (La Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica de los Estados Unidos) “a parir de l Protocolo de Montreal, las concentraciones atmosféricas de mayor cantidad de clorofluocarbonos e hidrocarbonos clorados relacionados, se han nivelado o han diminuido.”
Por supuesto no son todas buenas noticias. Sigue habiendo un agujero significante, el daño está hecho y la superficie de la tierra y las plantas sufren las consecuencias año tras año. El volumen de fitoplancton decrece y eso causa un impacto en las cadenas de alimentación de las que dependemos. Los expertos predicen que un 10% de reducción en la capa de ozono resultará en un aumento de un 25 % de incidencia de cáncer de piel no melanoma en las latitudes templadas, en el año 2050.
Un amigo chileno, José, me cuenta que su compañía le da a todo el personal una provisión extra para la compra de anteojos de sol, para que se protejan y mitiguen –sin duda- la cantidad de causas en el juzgado. Otras compañías ofrecen bloqueadores solares a todos los empleados por la misma razón, al tiempo que se exhiben carteles informando sobre los niveles de riesgo.
Entonces. El sol quema, se envejece prematuramente (¡dios no lo permita!) prolifera el cáncer de piel en humanos y animales salvajes, se nos roban horas de sueño a la mañana y la carpa está arruinada. ¿Por qué decimos que hay buenas noticias? Bueno, como en nuestra expedición www.5000mileproject.com, los pequeños pasos de hoy, todos juntos, pueden hacer una gran diferencia. Correremos hasta nuestro destino antes de que la carpa salga a la intemperie otra vez (cuando se haya puesto el sol, por supuesto).
Mientras corremos, reflexionamos que el mundo ha hecho un cambio sustancial en Montereal, hace 25 años, y que con determinación, nuestra generación puede hacerlo de nuevo, y realizar esos primeros pasos importantes, a pesar de todo, para solucionar otros problemas grandes, aparentemente imposibles. No escuchemos esas voces que dicen que ni vale la pena intentarlo porque es muy difícil. Rescatemos la esperanza a partir de lo que hemos logrado en el campo de los temas candentes de hoy, por ejemplo, empecemos con el calentamiento global y la protección de la biodiversidad. Y ahora ¡a correr!