Cuatro mil quinientos kilómetros, el equivalente a correr la longitud entera del Reino Unido tres veces. Esta es la distancia que mi esposo y yo hemos corrido hasta ahora, a lo largo del continente Sudamericano; y prácticamente, a cada paso, el camino ha trascurrido paralelo a alambrados que protegen a las ovejas, vacas y cabras que pastan en la inmensidad de los bosques, praderas y savannas de Chile y Argentina.
Antes de comenzar nuestro 5000mileproject, corriendo a lo largo de Sudamérica, ninguno de nosotros había considerado el impacto que los alambrados tienen en la vida diaria de los animales salvajes de los lugares vírgenes por donde corremos.
Para nosotros, los alambrados simplemente son un obstáculo sobre el cual colgamos la ropa y las bolsas, o bajo el cual armamos nuestro campamento al costado del camino. Pero para la vida salvaje y las tierras vírgenes a través de las cuales corremos, la historia es muy diferente.
En un trecho helado de 16 Km de la ruta cerca de El Calafate, en el sur de Argentina, contamos 152 cadáveres de guanaco, ensartados y mutilados en el alambrado. Los guanacos son los parientes sin joroba de los camellos, que habitan las tierras áridas y semiáridas de la cordillera de los Andes que se extiende desde el sur de Chile y Argentina hasta Perú. Su población se ha visto reducida en un 95% del número original, calculado por la World Conservation Society (Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre) en 50 millones, y su habitat se ha reducido a la Patagonia, donde contamos los cadáveres.
Los alambrados son barreras que interrumpen el movimiento de los rebaños, y el resultado es que muchos de los individuos, al calcular mal el salto para sortearlos, quedan atrapados e indefensos. Nosotros vimos una familia de 4 individuos saltar un cerco, pero cuando le tocó el turno al chulengo (el más jóven), no pudo. El pobre animalito trató una y otra vez, siempre golpeándose contra los alambres, sin alcanzar a saltar la altura necesaria. Con un dolor inmenso observamos al rebaño alejarse dejando al chulengo atrás, a una muerte segura, sin la protección del grupo.
Luego de semanas de observación y de charlas con los estancieros, nos dimos cuenta de que los alambrados no solamente se interponen en el camino migratorio de los rebaños de guanacos –una escena observada por los primeros exploradores de siglos atrás– sino que también cumplen la función de barricada, donde los terratenientes pueden perseguirlos y dispararles. Un Ovejero (estanciero de la Patagonia) nos dijo “un solo guanaco bebe el equivalente a diez ovejas, y se come el poco pasto que tenemos”. Lo que no dijo, es que los guanacos han pastado y vivido por siglos en armonía con el hábitat. Fue cuando introdujeron los millones de ovejas, que la estructura vegetativa cambió drásticamente, causando una devastadora erosión del suelo.
Pero no son solo los guanacos los que sufren, también vimos ñandúes corriendo largos kilómetros a lo largo de los alambres tratando desesperadamente de encontrar un hueco por donde escaparse de nosotros.
El impacto de los alambrados en la vida silvestre y en la integridad de los hábitats naturales, no es un caso aislado particular de Sudamérica. En el Reino Unido, el urogallo occidental, o “pavo de los bosques”, un ave espectacular, natural de los bosques caledónicos, está en la lista roja de especies amenazadas. Los estudios demuestran que los alambrados para ciervos son la causa de la mortalidad del 50 por ciento de la población de estas aves en su primer año de vida. El Gallo Lira (Black Grouse) símbolo famoso del Whisky británico, también está en peligro; se registra que un 30% de muertes suceden como consecuencia de colisiones con los alambrados.
Cruzando el Atlántico, en los EE.UU, el urogallo de las artemisas, una especie en vías de estar en riesgo, está sufriendo el mismo tipo espantoso de muerte. Y en la frontera con México, no son solo las personas los que son catalogados de inmigrantes ilegales, sino también los osos. Un estudio realizado por Atwood et al (2011) sugiere que los alambrados de la frontera previenen la dispersión y movimiento natural de los individuos, lo cual representa una amenaza para estas especies.
Pero el alambrado más famoso se encuentra en Australia: 1833 Km de alambrados “número uno a prueba de conejos”, que atraviesa el noroeste de Australia occidental. El alambrado, construido como una medida de control de plagas en 1901–07, para evitar el movimiento de los conejos (una especie introducida en el país), también restringe el movimiento de especies naturales, como los canguros, los dingos, equidnas, walabíes y los espectaculares zorros voladores. Sin embargo se han construido desde entonces, dos alambrados más, semejantes a este, que cubren una distancia de 645Km… y el gobierno está considerando en estos momentos las construcción de otro.
Entonces, ¿qué puede hacerse para reducir los índices de mortalidad de las especies naturales, y permitirles que continuen con sus patrones migratorios? Una solución es deshacerse de los alambrados por completo. Volviendo a la Patagonia, Conservación Patagónica, la institución benéfica de Chile y Argentina en el Parque Chacabuco, se encuentra en proceso de quitar 650 Km de alambrados –puestos por el anterior dueño, un estanciero criador de ovejas– para permitir que las especies naturales: el huemul, el guanaco, el ñandú y otroas especies, puedan moverse libremente por la estepa, y así regenerar un ecosistema funcional.
También podemos mirar a las formas que en el pasado han resultado existosas en la solución de estos problemas, como las prácticas ganaderas que redujeron la necesidad de alambrar. Por ejemplo, por siglos, en el Reino Unido, se ha usado una práctica (hefting) por medio de la cual las ovejas se acostumbran, desde que nacen, a pastar en determinadas áreas. Esta práctica ancestral permite a distintos pastores llevar a sus ovejas a una zona de pastoreo común a todos, y moverlas por las estepas sin la necesidad de alambrados. Y por suepuesto, el fiel seto, creando una densa valla viva de arbustos y árboles, que no solo evita que el rebaño se pierda, sino que además, ofrece un hábitat a la vida silvestre, usados por innumerables especies a lo largo de toda Europa, como refugio y lugar de forrajeo.
Pero cuando los alambrados son necesarios, podrían construirse teniendo en cuenta a los animales salvajes. En Australia existe un proyecto llamado “alambrado adaptado para la vida silvestre”, que consiste en informar a los administradores de las granjas, sobre cómo reducir los índices de mortalidad de de estas especies, empezando por quitar los alambres de púas, los cuales constituyen una de las peores amenazas a la fauna silvestre australiana: se han registrado 75 especies que mueren enganchadas y atrapadas en estos alambres.
En el Rreino Unido se han instalado compuertas especiales para animales salvajes, que permieten, por ejemplo a los tejones, cruzar los alambrados. También los fardos de brezo o las placas reflectivas fijas a los alambres, evitan los fatídicos accidentes de los urogallos. Un estudio realizado por Stevens et al (2012) en Idaho, EE.UU, ha encontrado que las muertes de los urogallos contra los alambrados han disminuido en un 83% a partir de haber colocado las placas en los alambres. Al comprender el comportamiento y las costumbres de los animales, y las rutas migratorias, se pueden reducir de modo significativo los índices de mortalidad. Otras medidas que podrían tomarse son, por ejemplo, colocar los alambrados lejos de los hábitats de forrajeo y de las rutas migratorias.
Por supuesto, los alambrados no son siempre el enemigo. Si se construyen de manera apropiada, pueden representar herramientas útiles en la prevención del pastoreo excesivo en tierras vírgenes, por mamíferos como el ciervo, por ejemplo. En vez de encerrar los rebaños, los alambrados pueden usarse para prevenir su expansión sobre áreas sensitivas de conservación. Un ejemplo es el ganado de los ranchos de Beni, en Bolivia, que pasta en la savanna, un ecosistema en situación crítica de peligro. Pero aunque los alambrados proveen una alternativa de construcción rápida, si los comparamos con las alternativas vegetales, son definitivamente de inferior calidad, de menor duración y no tienen las credenciales de ser medioambientales y de constituir un hábitat en sí mismos.
En nuestra búsqueda de una alimentación más barata, todos nos convertimos en cómplices de la amenaza de los alambrados a la vida silvestre, ya que esa búsqueda demanda “eficiencia” agraria. Entonces ,la próxima vez que pase junto a un alambrado, deténgase un momento a reflexionar sobre la fauna silvestre afectada, y recuerde que existen alternativas mediombientales con comprobado éxito en el pasado, y otras más modernas, que pueden definitivamente mitigar esta masacre silenciosa. Un amigo lo expresó de esta manera: “¿Por qué no ponemos un alambrado de púas atravesando la autopista, a ver cuántos humanos lo esquivan?”
Para leer el blog en inglés también haga clic aquí.
Gracis Maria Pelletta por la traducción.